Max Marambio, hoy millonario chileno, ex colaborador de los servicios secretos cubanos durante su exilio en Cuba, muy cercano a Fidel Castro -quien le permitió amasar una enorme fortuna con negocios en dólares en el apartheid turístico de la Isla-, es el director de la campaña de Marco Enríquez-Ominami y, presumiblemente, su mayor financiero. Enríquez-Ominami es un senador socialista radical, hijo de Miguel Enríquez, dirigente comunista del Movimiento de Izquierda Revolucionario, muerto en un tiroteo con la Policía en 1975, cuando Marco estaba recién nacido. El joven candidato se propone: “Terminar con esta sociedad brutalmente clasista”.
Si Enríquez llegara a la Presidencia será el triunfo del castro-chavecismo en Chile, y el fin de las dos décadas de moderación y sentido común que, con diversos matices, han caracterizado a los cuatro gobiernos de la Concertación de centroizquierda que han ocupado el Palacio de la Moneda. El país volvería a la crispación de los años setenta y se perdería todo lo que tiene de notable y ejemplar el llamado “modelo chileno” para el resto de los latinoamericanos.
Exactamente lo que desea que suceda el Gran Elector, Chavez, enemigo a muerte de la dulce izquierda vegetariana chilena.
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