miércoles, 29 de julio de 2009

CEREMONIA DE INDUCCION Y JURAMENTO EXTREMO DE LA HERMANDAD DE LA SANTA FE DE LA SOCIEDAD DE JESÚS (JESUITAS)

Lo siguiente es una porción exacta del juramento secreto que reciben los jesuitas de menor rango cuando son ascendidos por sus oficiales. Dios nos libre de esa institución malvada que nada tiene de "cristianos". www.centrorey.org/temas26.html

Habla el Superior:

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Entre los reformadores, ser un reformador; entre los Protestantes Franceses (Hugonotes), ser uno de ellos; entre los Calvinistas, ser un Calvinista; entre los Protestantes en general, ser un Protestante y obtener su confianza para buscar aún con sermones desde sus púlpitos, y denunciar con toda vehemencia en tu temperamento, nuestra Sagrada Religión y el Papa. Aún para descender tan bajo para convertirte en judío entre los judíos, para que puedas sacar junta toda la información para beneficio de tu Orden como ferviente soldado del Papa.

Has sido enseñado para insidiosamente plantar la semilla de los celos y el odio entre los Estados que estén en paz e incitarlos a hechos de sangre, envolviéndolos en guerra unos con otros, y para crear revoluciones y guerras civiles, en comunidades, provincias y países que fueren independientes y prósperos, que cultivaren las artes y las ciencias, disfrutando de las bendiciones de la paz.

Para identificarte con los combatientes y a actuar secretamente en concordancia con tus hermanos Jesuitas que puedan estar en el otro bando, pero abiertamente opuestos a aquello con lo que puedas estar conectado.

"[Enseñado a] que únicamente la Iglesia (romana) puede ser al final, en las condiciones alcanzadas en los tratados de paz la ganadora, y que el fin justifica los medios.

Se te han enseñado tus ocupaciones como espía, para acumular estadísticas, hechos e información a tu alcance, a congraciarte y ganar la confianza de los círculos familiares de Protestantes y herejes de toda clase y carácter, tanto la del comerciante, el banquero, el abogado; entre escuelas y universidades, en parlamentos y legislaturas, entre los judiciales y consejeros del Estado; y para ser todas las cosas para todos los hombres, por el bien del papa, cuyos sirvientes somos hasta la muerte.

Has recibido tu instrucción aquí, como novicio, un neófito, y has servido como ayudante, confesor y sacerdote, pero no has sido investido todavía con todo lo que es necesario para mandar en la armada de Loyola al servicio del Papa.

Debes servir el tiempo apropiado como instrumento y ejecutor tal y como ordenado por tus superiores, pues nadie puede mandar que no haya consagrado sus labores con LA SANGRE DE LOS HEREJES (énfasis nuestro); porque “sin derramamiento de sangre ningún hombre puede ser salvado”. Así pues, para prepararte para tu trabajo y asegurar tu propia salvación, además de tu anterior juramento de obediencia y lealtad a tu Orden y al Papa, tendrás que repetir después que yo:

Jura el jesuita de rango menor:

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Y cuando ésto no pueda ser hecho abiertamente, secretamente usaré la copa envenenada, la cuerda para estrangular, el acero de la daga, o la bala dirigida, sin prejuicio de honor, rango, dignidad o autoridad de la persona o personas, cual fuera su condición en la vida, ya sea pública o privada, tal como puede ser ordenado para hacerlo, por cualquier agente del Papa o Superior de la Hermandad de la Santa Fe de la Sociedad de Jesús.

En la confirmación de todo ello, he aquí dedico mi vida, mi alma y todas mis facultades corporales; y con esta daga que yo ahora recibo, yo suscribiré mi nombre, escrito en mi propia sangre, como testimonio de esto; y si yo compruebo ser falso o débil en mi determinación, que mis hermanos y compañeros soldados de la Milicia del Papa corten mis manos y mis pies, y mi garganta desde oreja a oreja, que abran mi barriga y la quemen con azufre, con todo el castigo que puede infligirse sobre mí, y que mi alma sea torturada por demonios para siempre en un infierno eterno…>>

martes, 14 de julio de 2009

Honduras y el Suicidio de las Instituciones Internacionales

Articulo interesantisimo encontrado en Gees, acerca del conflicto actual en Honduras, acerca del conflicto entre la democracia y la progresia estilo Chavez.

Más allá de las apariencias, lo ocurrido en Honduras sólo puede ser calificado de golpe desde el despiste o el fanatismo progresista. Ni en su origen, ni en su desarrollo, ni en su conclusión puede hablarse de golpe de Estado. Sin embargo, buena parte del mundo lo entendió así, al menos por dos factores. En primer lugar, por la poco edificante escena de los militares sacando de la cama de madrugada al presidente, montándolo en un avión y enviándolo a Costa Rica; era demasiado para las sociedades occidentales, sumergidas en plena cultura postmilitar y pacifista. En segundo lugar, la rápida y eficaz propaganda chavista e izquierdista, recogida con algarabía por los medios progresistas europeos y americanos, hizo el resto, magnificando los hechos y elevando a sangriento golpe militar lo que, de hecho era una actuación amparada por las instituciones democráticas.

El asunto era bien distinto, y las cosas se aclaran conforme se saben más detalles. Zelaya preparaba en Honduras la destrucción del régimen constitucional tal y como lo habían ensayado y llevado a Cabo Chávez o Morales: con una acción combinada entre las reformas legales, primero; la agitación callejera, después; y la presión diplomático-militar del monstruo chavista, en tercer lugar. Combinación de erosión de las instituciones democráticas, violencia en varios niveles, y cobertura totalitaria del exterior que podría haber dado resultado.

Pero fallaron dos cosas. En primer lugar, la democracia hondureña, el equilibrio de poderes y las instituciones, son bastante más sólidas que lo esperado. El Poder Judicial, el Congreso, incluso su propio partido, se opusieron en bloque al punch de Zelaya y Chávez, frenándoles. En segundo lugar, la fortaleza de los chavistas en la calle dejaba mucho que desear: fueron incapaces de movilizarse antes, y apenas han movilizado a unos miles de partidarios, eso sí, agresivos, después. Por el contrario, las manifestaciones de apoyo a las instituciones democráticas han superado con mucho a los partidarios del eje chavista, derrotándolos –al menos por ahora- en la calle.

Con la sociedad detrás, las instituciones hondureñas resisten el chantaje de Zelaya y Chávez: han frenado a éste, y se mantienen unidas y con un discurso cívicamente ejemplar, que busca además rebajar la tensión en las instituciones internacionales. Y éste es el gran problema: el efecto que esta crisis ha tenido en la legitimidad y razón de ser de las distintas instituciones internacionales, de la Unión Europea a la Organización de Estados Americanos (OEA) o las propias Naciones Unidas.

Pero al menos, las democracias sabían qué estaba en juego y qué no, y la maestría de la diplomacia de los regímenes despóticos solía encontrar, de una manera u otra, oposición dentro de estas instituciones. Si bien éstas nunca cumplían su objetivo de hacer un mundo más libre y democrático, al menos solían ser el límite ante el que chocaban los intereses de los países totalitarios. Éstos, al menos, guardaban las formas, eludían la agresión directa a los principios democráticos que las guiaban, y encontraban en ellas un problema que les impedía actuar más despóticamente.

¿Ha cambiado algo en ellas tras la crisis hondureña? Desgraciadamente, todo parece indicar que sí. El pulso entre Zelaya y las legítimas instituciones democráticas de Honduras es, en el fondo, el pulso entre democracia y totalitarismo: un sistema constitucional débil y vulnerable, por un lado; una ideología pavorosa, sostenida a medias entre las bufonadas y los petrodólares de Chávez, por otro. Trasladada la crisis a las instituciones internacionales y las democracias occidentales, éstas han reaccionado de la peor manera. Observar a políticos, diplomáticos e intelectuales fiscalizar a la acosada democracia hondureña, afearle la conducta, exigirle un comportamiento impoluto, mientras obviaban las llamadas de Zelaya a la desestabilización o las amenazas directas, brutales de Hugo Chávez hablando de invasión y de baño de sangre resulta descorazonador.

Porque lo peor de lo ocurrido en Honduras es constatar como las democracias occidentales son más proclives a escandalizarse ante los fallos democráticos que ante el salvajismo totalitario
Esto es lo problemático: las instituciones internacionales, gracias a la opinión pública occidental, se están convirtiendo en un arma de los déspotas del mundo: Mientras en Irán se desconoce el número de muertos en la represión de los ayatolás, y mientras éstos ejecutan a veinte narcotraficantes, el mundo occidental se lleva las manos a la cabeza por la muerte de un manifestante en Tegucigalpa, cuando simpatizantes de Zelaya atacaban a la policía que prohibía la entrada al aeropuerto. Esta doble sensibilidad, implacable con las democracias, tolerante con los despotismos, es la conclusión de lo ocurrido durante la última semana.

Por desidia, por desinterés, por apaciguamiento o por todo a la vez, la llamada “comunidad internacional” se ha puesto del lado del despotismo, cruzando una línea que hasta ahora no se había cruzado. Se empieza a considerar normales a regímenes monstruosos, que no sólo no rinden cuentas en las instituciones internacionales sino que las abanderan en la lucha contra las democracias. Y por el contrario, se empieza a considerar a las democracias más débiles regímenes anormales, hacia los que dirigir todas las críticas de la mano de regímenes monstruosos. Por suerte, Honduras resiste aún, pero ¿resistirán las instituciones internacionales una conducta suicida?